¡PREPÁRENSE PARA GOBERNAR!
Luis Barragán
Uno de los
aportes más significativos del proceso de modernización de los partidos, radicó
en los incentivos políticos para el estudio cada vez más especializado de los
problemas venezolanos. Siendo imposible
renunciar a la feroz diatriba de ocasión que la involucraba en intensas
actividades proselitistas, la dirigencia cultivó al mismo tiempo y casi
inadvertidamente, distintas materias que también la ocupaban en los actos de
calle, el foro municipal o parlamentario, y, a algunos, en el texto de opinión,
o el denso ensayo.
Temas como el
petrolero, laboral, agropecuario o educativo, por ejemplo, obligaba no sólo a
la actualización de una literatura con dificultades para circular en la
Venezuela de entonces, sino al contacto
e intercambio con los expertos celosos de su independencia, o en las vecindades
de la afiliación partidista. Desde muy
inicios de los años cuarenta hasta bien avanzados los noventa del siglo
anterior, sabemos del largo periplo de aquellas organizaciones, duraderas o no,
que tuvieron voceros calificados en distintas áreas y, a modo de ilustración,
sin que les negaran el desempeño de aquellas responsabilidades estrictamente
políticas, el parlamento albergó – a veces, simultáneamente - voces petroleras
de distinta procedencia y acervo ideológico, como las de Arturo Hernández
Grisanti, Abdón Vivas Terán, Celestino Armas, Leonardo Montiel Ortega, Domingo
Maza Zavala, Bernardo Alvarez, Alí Rodríguez Araque, entre otros numerosos
intelectuales orgánicos, constituyendo un fenómeno irrepetible en la presente
centuria. Sin embargo, más allá de la diaria e inevitable batalla de opinión
pública, la naturalísima vocación y proyecto de poder encaminaba a todas las
organizaciones partidistas a demostrar capacidades de soporte, siendo la más
importante una que, ahora, es tan infrecuente como hacerlo a la sombra: la de montar
gobierno por sí mismas.
En efecto,
marcando una dramática diferencia entre ellas, hubo entidades con la
posibilidad cierta y concreta de constituirse en poder, ocupando todos los
despachos ministeriales y sus más variadas dependencias administrativas, al
lado de otras, en oportunidades
estridentes, a las que el sobrevenido triunfo electoral las hubiese
forzado prácticamente a un sorteo de los cargos con las vergüenzas al aire. Aquéllas, a sabiendas del sacrificio,
ampliaban los cupos del gabinete a favor de otras fuerzas que, igualmente, los
aceptaban para adquirir experiencia gubernamental, aunque referentes de
incuestionable sobriedad, como Renny Ottolina, sagazmente ofertaba una amplitud
con los mejores de su tiempo, ya que, originalmente, empresario del
espectáculo, no supo de una escuela en la que se convirtieron asimismo los
partidos tildados de históricos, en determinados períodos, calificando y promoviendo
el capital humano.
Significa un
llamado a prepararse para gobernar, en más de un sentido, pues, requerimos de
la adquisición y transmisión del conocimiento, la pericia y experiencia que no
se explica sin el talento, la intuición y la madurez para abrir las puertas a
la construcción de un futuro radicalmente distinto en una Venezuela diferente.
Y, sabiéndonos todos obreros de un ideario que no ha de morir, la ruptura y
transición (o viceversa), no es ni será oficio del sectarismo partidista ni
tecnocrático que tienta siempre al más y al menos pintado.
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