DE UN LEÑAZO JUDICIALIZADOR
Luis
Barragán
En
última instancia, cualesquiera sean sus nombres, alguien medianamente informado
sabe del papel tradicionalmente asignado a las organizaciones comunistas en la
búsqueda y conquista del poder. Por su
largo historial en Venezuela, a pesar de nuestras diferencias políticas e
ideológicas, no debemos pasar por alto la confiscación oficialista del
PCV, finiquitando la experiencia
leninista por estas ya trágicas latitudes.
Siendo
la menos aventajada entidad subsidiaria del PSUV y devota de la otrora
personalidad presidencial, sus actuales dirigentes no calibraron adecuada y
suficientemente el libreto que le impuso la alianza, relegados tan
minoritariamente a los cuerpos deliberantes que pudieron alcanzar. Y tampoco
midieron la más profunda motivación que provocó la deserción de sus cuadros a
favor del principal partido de gobierno, interpretado quizá como un desliz
circunstancial.
El
intenso latifundismo comercial del socialismo en curso, sedimento del rentismo
petrolero ya agotado, descolocó por
completo el desempeño político del PCV, confundidos todos los ámbitos en la
tarea depredadora de los más altos elencos del Estado. Observada algo de cerca en el pasado período
constitucional, la actuación de los parlamentarios leninistas quedó a la merced
de los más fieles representantes del celebérrimo antecesor, asimilada la
lección por el no menos afamado sucesor, echando por la borda el legado de los
más sagaces, formados e informados líderes que ostentó, prestigiándolo, el partido
décadas muy atrás.
Partido
que teóricamente jamás cuadró con el marxismo guevarista que inventó Fidel
Castro para sus viejos objetivos de expansión, forzado en nuestro país en abierto
desafío a un particular desarrollo capitalista y a una importante vivencia
democrática. E, igualmente sorprendido por la emblemática caída del muro de
Berlín, hizo caso omiso a toda deliberación que apuntara al dogma maltrecho y a
los reformistas, revisionistas, o renegados de una imparable satanización que
autores sobrios e intachables ventilaron, como François Furet, al igual que versó
anticipadamente sobre la profunda e inadvertida continuidad histórica en el
marco de las más radicales y literalmente escandalosas revoluciones.
Caracterizado
como el partido portador de una determinada perspectiva ética, sobreviviente a
varias divisiones de las cuales una tuvo una innegable trascendencia
internacional, supuesto remedio a la enfermedad infantil del izquierdismo, tuvo
por socio a los felones golpistas de improvisaciones y ocurrencias con
pretensiones doctrinarias, aunque visadas convenientemente por La Habana. A la postre, intuidas por varios de los
integrantes de la antigua plancha ¨80 de la UCV (no por casualidad, actualmente
gobernante), el PCV no debatió las posturas que privilegiaron y obtuvieron
dividendo de las identidades y derechos colectivos en reemplazo de la lucha de
clases, considerada como un reduccionismo en la sociedad lumpemproletarizada,
vencida por la boliburguesía y los pranes en el fragor de esta dos décadas.
Vocería
frecuentemente subestimada y hasta maltratada por los compañeros de la bancada
oficialista, el rompimiento se hizo
inevitable con el único voto negativo de toda la Asamblea Nacional de 2020,
emitido por Óscar Figuera, secretario general del PCV, respecto a la ley
concerniente a las zonas económicas especiales, el otro rentismo en ciernes. De incómoda presencia para los grupos que
actúan en el hemiciclo, la crítica exclusivamente desprecia el neoliberalismo
que todavía agita la inquietud de los leninistas, dentro y fuera del partido.
A
los elementos políticos, ideológicos y personales que protocolizan la ruptura,
debemos sumar el histórico: antes, militante de organizaciones ultraizquierdistas,
Maduro Moros es heredero de una rivalidad que se hizo cultura hondamente
arraigada en los cuadros derivados de las múltiples divisiones y subdivisiones
del MIR, comprobadamente privilegiado por el castrismo. El PCV tuvo cautela al
iniciarse la insurrección hacia finales de 1960, evidenciado en su órgano de prensa,
frente a un MIR en plena ebullición, fruto de la estridente división de AD, constando
en el semanario Izquierda sus más temerarios lances, y, luego del pleito con
los cubanos que insistieron en la lucha armada ya francamente derrotada, a
finales de la década, Tribuna Popular tildó al MIR de aventurero y trotskista.
En una escena del ilustrador Daniele Panebarco, exponente de una extraordinaria ironía creadora, rodeados por el enemigo, Trotsky preguntó sobre la oportuna ayuda de los “nuestros”, y, Lenin, inmediatamente señaló que los “nuestros” no existen, sentenciándolo como una convención burguesa. De modo que el PCV deberá aguantar el palo de agua en la peor decadencia imaginada, corriendo una suerte semejante a la izquierda europea cada vez más parecida a la latinoamericana, asociada a la corrupción y al crimen organizado.
15/08/2023:
https://www.elnacional.com/opinion/de-un-lenazo-judicializador/
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