NEOGREMIALISMO
Luis Barragán
Desde hace un
cierto tiempo, luce algo notable una tendencia con aspiraciones a crecer en el
ámbito gremial de las universidades, susceptible de extenderse a otros: la de
procurar el gratuito y resignado, abierto o encubierto, contacto y entendimiento
con el gobierno, reclamándole solo un incremento del salario. Una suerte de
neogremialismo, en contraste con el resultado de los últimos comicios
estudiantiles, surgido entre los profesores de la Universidad Central que
parece extenderse a la Simón Bolívar, ha incluido la visitación correspondiente
a Miraflores.
Nadie niega la
posibilidad de un diálogo con el oficialismo, pero luce demasiado obvio que éste
requiere de las mínimas condiciones de eficacia, respeto mutuo, sobriedad y de
las concreciones que autoricen la propia negociación, más allá de la espontánea
y arbitraria disposición a concurrirlo. Vale decir, de una amplia política de
reivindicaciones que tiene por obligadísimo contexto la realidad dura, difícil
y múltiple del país, en lugar de la peregrina y solitaria solicitud de un
aumento nominal de los ingresos, dejando de lado el inocultable problemario de
la universidad misma.
El
neogremialismo, circunscrito al instante, transeúnte de las meras
circunstancias, además, no constituye una legítima expresión de la llamada,
afamada y tan manoseada resiliencia. Inconfundible, la comparecencia a las
reuniones de palacio, luego, diluida inexorablemente la noticia, ilustra el más
burdo oportunismo.
Agreguemos,
por ejemplo, dado el consabido déficit presupuestario que impide atender
inmediatamente las exigencias salariales, la inclinación por protestar
exclusivamente a las autoridades universitarias, evitando ni siquiera mencionar
a las del ejecutivo nacional. U, otro ejemplo, el arribo a última hora de
aspirantes a dirigir el gremio, asombrosa y absolutamente callados por todos
estos años: simplemente, andan cazando
güiro, para decirlo a lo venezolano.
Acotemos, deseado evitar todo riesgo, el
neogremialismo en cuestión, a falta de mejor denominación, aunque sobren los
eufemismos, opta por acomodarse directa e indirectamente a las esferas de poder
so pretexto de evitar la desaparición de la institución e institucionalidad
educativa, creyendo que la “transformarán” junto a los sectores oficialistas.
Dudamos que haya ingenuidad de propósitos, pasando por alto el contrato
colectivo vigente de las universidades que, valga el detalle, nunca refirieron
para bien o para mal los transidos de prudencia por siempre: por ello, los
neogremiales buscan literalmente asociarse a los oficialistas en la gestión de
nuestras casas de estudios superiores: ¿para qué la copia, si basta el original?
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