JUVENTUD
Luis Barragán
Demográficamente,
el futuro venezolano se ha convertido en una gigantesca e incómoda incógnita,
incluso, para la región. Lo será
mientras dure el régimen socialista que prácticamente ha subastado el
territorio nacional logrando expulsar a millones de coterráneos, trastocado en base militar para la expansión del Estado
Criminal, con los habitantes sólo indispensables para el saqueo de sus recursos
naturales.
Puede aseverarse que la población ha
envejecido casi repentinamente por la salida masiva de quienes físicamente
lucen más aptos para sobrevivir en el extranjero a través de los más variados
oficios y horarios extenuantes, disminuyendo acá, seguramente, las expectativas
de vida por razones que no debemos circunscribir exclusivamente al
Covid-19. Obviamente, como en casi todos los ámbitos que atañen al Estado, no hay cifras que sean capaces de orientar la
más modesta opinión, por lo menos, firmes y confiables, calculado el número de
habitantes por las tomas satelitales de una nocturnidad que toma en cuenta la
quiebra de la industria eléctrica, por ejemplo.
Finalizando la década de los setenta
del veinte, mientras hubo mercado editorial por estas latitudes, circuló en
nuestro país el título de un prolijo autor, bajo el exitoso y barcelonísimo
sello de Plaza & Janés de entonces,
cuyo ejemplar de tapas duras todavía conservamos: “Historia social de la
juventud” de Víctor Alba. Y, aunque eran
otros nuestros estudios formales, lo leímos con entusiasmo y contribuyó mucho a nuestra perspectiva
personal, e, incluso, junto al sociólogo
Orlando Albornoz, nos permitió esbozar una ponencia sobre las juventudes políticas
para un congreso ideológico realizado a mediados de los ochenta.
El caso está en que sólo puede tenerse
por juventud lo que una determinada sociedad tenga por tal, siendo la fórmula
sustancial del amplísimo recorrido histórico y sociológico al que se atrevió
Alba, tras los años sesenta que ciertamente nos parecen cada vez más
extraños. Acotemos, decenio en el
que, desde los países
desarrollados, el principal hecho revolucionario consistió en
el descubrimiento comercial y político de una edad por siempre prometedora, así
no fuese realizadora: la sola vivencia de una circunstancia juvenil, constituía un mensaje y una garantía de cambio
que combinaban muy bien con la izquierda marxista que consiguió una
ambientación tan extraordinaria como la cubana, aunque – por entonces – nadie
imaginaba que Miguelito Jagger cantaría con casi ochenta años de edad a cuestas,
y que la dictadura habanera alcanzara las perfecciones hoy adquiridas y
exhibidas con desenfado.
Por estos tiempos, excepto
pertenezca a los círculos privilegiados del poder, fuera o dentro del país,
todo joven llega aceleradamente a una adultez prematura. La situación hogareña
y personal lo fuerza, demasiado frecuentemente, como nunca antes se vio, a
abandonar los estudios y probar con cualesquiera oficios para contribuir al
mantenimiento de la casa. No obstante,
el discurso político dominante lo halaga, encumbra y sostiene con una
sorprendente extemporaneidad, como no lo hace el novísimo mercado de bienes y
servicios que muy bien segmenta las edades, las caracteriza y jura llenar sus
expectativas.
Vale decir, por una parte, la dirigencia política realza a los
muchachos, como si viviésemos en los años sesenta, aunque a título de
inventario, pues desprecia y niega todo gesto de rebelión. Y sentimos que buena parte de los muchachos
se come el cuento y, nada creativos, reflexivos y actuantes, experimentan un
cierto narcisismo del Michael Jackson que Eloy Silvio Pomenta y Juan Liscano
tanto denunciaron decenios atrás.
Por otra, el reimpulso económico que
ha tomado el régimen, sin que tengamos certeza alguna de sus limpios, directos
y legítimos motivos, se ha cebado en un
segmento de la juventud que accede a cantidades importantes de divisas y, aun
siendo ínfimamente minoritario, ejerce
una perversa pedagogía sobre contemporáneos y coetáneos. Una versión hedonista de la vida, induce al apoyo de un orden de cosas que
privilegia, diferencia y potencia el target más conveniente para los fines
eminentemente mercantiles a la vez que políticos en boga.
La oposición real y convincente,
luce confusa ante el fenómeno quizá marcada por los comienzos de una centuria
en la que destacaron varios dirigentes treintañeros, o cercanos a una edad en
la que se creyeron naturales promotores y estelares protagonistas de un cambio
inevitable respecto al régimen que, desde los tiempos mismos del noviciado, ya
castigaba a la población. El propio
Chávez Frías estimuló y promovió tamaña creencia entre los adversarios u oponentes,
entre los cuales habrá aquellos que han disfrutado presencialmente de algún
concierto de Miguelito, aunque – ya
siéndolos - desprecian la palabra “viejo”.
Estamos a tiempo de atender el problema demográfico que ha creado el socialismo del siglo XXI, planteando una perspectiva adecuada para una futura solución. Por supuesto, el asunto no es nada divertido, así hablemos de los jóvenes.
28/08/2022:
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