LA AMARGA LECCIÓN VENEZOLANA
Luis Barragán
En las últimas
semanas, hemos notado que las redes digitales también reportan un curioso survey entre los jóvenes españoles.
Siendo tan obvia la respuesta, les preguntan si votaron efectivamente por la
Constitución de 1978.
Lo anterior significa que la
Constitución de Estados Unidos está abiertamente deslegitimada, ya que tampoco fue
consultada en forma directa a todas las generaciones surgidas después de 1787
hasta la presente fecha, y las enmiendas que la actualizaron; por consiguiente,
carecen de toda validez. Vale decir,
nunca habrá poder constituido y principio de supremacía constitucional,
ya que texto alguno puede ser objeto de reformas, sino que debe suplantarse por
completo de generación en generación, añadidos los principios y valores
constitucionales.
Así las cosas, trastocada en una
regla, la convocatoria y prevalencia del
poder constituyente dependerá de los factores que la impongan por la fuerza,
según convenga. La invocación de la
democracia directa por siempre estará subordinada a la coyuntura y, en todo
caso, imaginariamente equivaldrá al llamado poder popular que, en realidad,
traduce una democracia cada vez más indirecta hasta hacerse tenebrosamente
antidemocrático, como lo aleccionó Kim Il-sung numerosas décadas atrás al pregonar
la fórmula, por ejemplo.
Posiblemente, la carta española
necesita de importantes y puntuales reformas, como ocurrió con la venezolana de
1961 y, para ello, trabajó intensamente una comisión de muy alto nivel presidida
por Rafael Caldera que generó una propuesta de reconocida factura no sólo
política, sino académica. Sin embargo, entre nosotros, prosperó la idea de una
asamblea constituyente que produjo la carta de 1999, violentada por el régimen
que la concibió e impuso mesiánicamente como fórmula para salvar al país de una
horrible conspiración; y, fraudulentamente, hizo algo semejante con otra
asamblea en 2017 que tuvo el descaro de no redactar carta alguna, reforzando
“legislativamente” a la usurpación.
Ilustrado recientemente por Chile,
la elaboración de una Constitución no puede improvisarse, necesitando de los
especialistas que minimicen o resuelvan toda suerte de contradicciones y
entuertos. Asimismo, luce indispensable
contar con los oficiantes del derecho constitucional, una disciplina que, por
incontables años, ha macerado aquellos principios, normas e instituciones
orientados a la realización de valores fundamentales, como la libertad, aunque
haya los voceadores de una aparente y radical espontaneidad que hacen de la
democracia directa una vulgar coartada.
La encuesta digital inicialmente
comentada, guarda correspondencia con toda una campaña de pedestre manipulación
de los más jóvenes entre los ibéricos. Y, faltando poco, la devaluación misma
del derecho constitucional, como si fuese una creación exclusiva y excluyente
de la academia en un laboratorio absolutamente
aislado y presurizado, sufre de una obscena estigmatización.
En última instancia, el
desconocimiento es con el derecho, con la ciencia jurídica, con el esfuerzo
legislativo, con la razón, desembocando en una suerte de afasia anómica. Y ha de mirar
Europa a la América Latina entrampada en los abalorios y dislates
constituyentistas de sectores que sólo desean imponer la sinrazón de la fuerza,
el capricho, el revanchismo, ofreciendo Venezuela una de las más amargas y
prolongadas lecciones.
Ilustración: "Afasia" de Ignasi Aballí .
29/01/2023:
https://guayoyoenletras.net/2023/01/29/la-amarga-leccion-venezolana/
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