ANTE LA REALIDAD TREPIDANTE
Luis Barragán
Gravemente
agudizado el fenómeno en la última década, luce evidente el retroceso político
que hemos experimentado en el desarrollo de las campañas electorales de
cualesquiera niveles. Sobre todo, las del oficialismo ha compensado sus fallas
y deficiencias gracias a los inmensos recursos económicos de los que ha
dispuesto, despilfarrándolos y apropiándose al mismo tiempo de los recursos
simbólicos del Estado, en detrimento de una oposición de tan precarios medios
disponibles que, además, inevitable, recrea sus propias limitaciones.
Únicamente
posible en los comicios libres y altamente competitivos, a partir de 1958 supimos de una rica
experiencia de campañas cada vez más especializadas, eficaces y creadoras,
contando con asesoría nacional o internacional, frecuentemente ejemplificada
por la reiterada estigmatización de Carlos Andrés Pérez como el
ministro-policía y asesino convertido en el exitoso hombre que camina para una
democracia con energía, en 1973. Valga la paradoja, el asunto escondía una
realidad: los acusadores fueron los que antaño - absurda e innecesariamente -
emplearon a fondo la violencia, todavía hoy defendidos por quienes pregonan la
paz con el puño cerrado.
Específicamente,
las campañas electorales para la presidencia de la República gozan de una
particular naturaleza, sentido, despliegue, alcance y consecuencias. Todo aquél
que, desde temprana edad, se ha contado como dirigente estudiantil, o ha medido
sus no menos legítimas aspiraciones en los ámbitos partidistas, gremiales o
vecinales, entre otros, por lo menos
intuye, que las presidenciales reclaman percepción, ingenio, lenguaje, cohesión,
disciplina y coraje para rivalizar en el mercado político, expresión – por lo
demás – muy limpia y contrastante con su desenfadada negación, inherente a todo
autoritarismo o totalitarismo.
Obviamente,
bajo los regímenes de fuerza que simulan la selección popular de los titulares
de los órganos del Poder Público,
añadida la llamada fórmula del autoritarismo competitivo, el mensaje
tiende a ser más elemental, simple, maniqueo y brutal, perdiendo complejidad y
novedad estratégica. Ocurre con los socialistas de este siglo que se ha
traducido en el desaprendizaje de sus disidentes, adversarios y oponentes: para
aquellos, la improvisación tiene por inmediata compensación el uso y abuso de
una hegemonía, y, para éstos, resulta incomprensible y también imperdonable,
porque – conscientes de la realidad que trepida - deben ser capaces de concebir e
implementar una campaña que le dé identidad y empuje para la inmediata
construcción del consenso necesario y ganador.
Suele
equivocadamente asimilarse a la mera o vulgar publicidad de un detergente, como
si el mercadeo político no tuviese la peculiaridad universal que lo distingue
de otras faenas. Hay giros verbales,
imágenes, estribillos, movimientos,
colores, sonidos, fuentes y hasta puntos de letras, que nos avisan y convencen
de encontrarnos ciertamente bajo una organizada promoción electoral, aún sin el
calendario correspondiente, Sin embargo, podemos advertir, parte de la
improvisación electoral, es la de proclamar formalmente toda aspiración, sin el
indispensable y correlativo esfuerzo de promoción.
Por supuesto,
generalizando, las campañas electorales son de elevados costos económicos, pero
éstos tienden a reducirse, en medio de las peores condiciones, como la
(auto)censura y el bloqueo informativo, con el desempeño mismo de los
aspirantes y sus colaboradores, capaces de intuir o de saber que se requiere de
una estrategia cónsona con las herramientas correspondientes. En tiempos
remotos, las secretarías de propaganda de los partidos y un sector concreto del
comando de campaña que, desde un primer instante, ha de existir
superlógicamente, fundamentaban y encaraban el asunto antes de que llegaran los
legendarios consultores extranjeros, como Joe Napolitan y David Garth, o contasen con los
del patio, aparentemente ahora escasos, entre otros motivos, porque recibir o,
peor, dictar clases de pregrado o postgrado en comunicación política, no hace a
todos aptos para tan delicada, puntual y exigente asesoría.
Valga recordar
que hubo un enorme interés en la materia, cautivando a venezolanos que
ejercieron antes la política, y, después, descubrieron su vocación y talento
para la consultoría, con una importante y acumulada experiencia en el exterior,
permitiéndonos mencionar a contemporáneos como Max Guerra, Pedro Silva Agudelo,
Orlando Goncalves, Carlos Alberto Escalante,
Carlos Masini y Mercedes Elena Bello.
Luego, es necesario reivindicar un oficio tan asociado a la democracia
liberal, trastocado en un indicador notable y confiable de sus éxitos y
fracasos.
Fotografía: LB.
18/02/2024:
https://www.lapatilla.com/2024/02/18/luis-barragan-ante-la-realidad-trepidante/
Te faltó mencionar entre los asesores, los Zune, a Gustavo Méndez Caldera, a los amigos de Consciencia 21, entre otros
ResponderBorrarCierto: a Joaquín Pérez Rodríguez, otro ejemplo. Empero, hago referencia a los inmediatamente contemporáneos, o coetáneos. Saludos.
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