MÁXIMO COMÚN DIVISOR
Luis Barragán
Las
experiencias totalitarias de novísimo cuño, siendo la venezolana precursora de
una distinta y eficaz modalidad, agotan sus mejores esfuerzos por destruir,
fragmentar y dispersar, negando la complejidad de toda condición humana y
tejido social. Es lo que le permite al
poder establecido, reensamblar y manipular la más elemental convivencia para
dar o intentar darle un sentido interesado, recreándola con una grotesca
simplicidad.
La división a todo trance para
imperar, se ha materializado con la real y creciente segmentación del
territorio nacional, fiel a la dinámica
de una mafioeconomía flexible y sagaz,
o el vulgar e imitable asalto a la identidad caraqueña, alterando
arbitrariamente los símbolos de una remota tradición, tal como puede hacer con los nacionales de
acuerdo a la potestad reglamentaria concedida por la Ley de Bandera, Himno y
Escudo de 2006. Un reducido y exclusivo
referente central, funge como el único intérprete de los acontecimientos,
favorecido por la censura y el bloqueo informativo, profundizando en la
sociedad de ágrafos y delatores a la que definitivamente aspira.
Proyecto transcontinental, no se entiende
la (pre) fabricación del socialismo del siglo XXI, desinhibido y galopante, sin
la reinvención constante de las diferencias que contribuyan a la conveniente
dislocación de nuestras sociedades, o al febril descubrimiento de los
nacionalismos donde no los hay, cabalgando sobre una democracia participatoria
que nunca será representativa y, mucho menos, decisoria. Hay situaciones
estratégicamente radicalizadas, como la de los mapuches en Chile, o tentadas, como la de nuestras comunidades
indígenas que no, por casualidad, han sido abaleadas por resistirse al saqueo
de las riquezas naturales, en una aventura fascista que requiere del perverso y
militante concurso de antropólogos y psicólogos sociales.
Ideal para los proyectistas, una América Latina de cincuenta y hasta cien nacionalidades, incomunicada por sus numerosos idiomas, presta a cualesquiera separatismos, confederación de confederaciones que tenga la fuerza por único hilo conductor, pretendiendo defenderse del asedio y la ofensiva occidentales, no dibuja una mera distopía, yendo más lejos de “1998” de Francisco Herrera Luque. Todo resentimiento por motivo de credo, raza, género, estrato social o, incluso, constitución corporal, es el combustible necesario para una lucha que no es ni será de clases, considerada como un reduccionismo entre los rezanderos de Marx.
Los activistas de avanzada edad de lo que se conoció como la esquina caliente, cercana al Capitolio Federal de Caracas, defensores a ultranza del chavismo, creerán todavía que la catástrofe humanitaria se debe al malvado imperio que le ha dado escenario y estelaridad a Miguel Cabrera. No obstante, no dejan de celebrar que tres mil veces se repitan otras tres mil veces más, en un extraordinario instante de unificación de los venezolanos que, así, desafían el afán divisorio del régimen.
Fotografías: Carlos Osorio (AP) y LB (2015).
26/04/2022:
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