Domingo 3C Pascua 1 mayo 2022
“¡Vengan a desayunar!” (Juan 21, 1-19)
José Martínez de Toda, SJ.
¿Cómo era la vida de los
discípulos después de la resurrección de Jesús?
Ellos estaban
traumatizados por lo ocurrido aquellos últimos días: la pasión y muerte de
Jesús, su resurrección y aparición a todos.
Pero tenían que comer. Y
Pedro decide ir a pescar al lago de Tiberíades. Los demás lo siguen. Per
aquella noche no consiguen nada.
Y al amanecer, Jesús desde la orilla se puso
a hablar con ellos. Pero los discípulos no sabían que era Jesús. Él les
recomendó: "Echen la red a la derecha de la barca".
La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla,
por la multitud de peces. Y aquel discípulo a quien Jesús tanto quería, le dice
a Pedro: – "Es el Señor".
¿Por qué fallan en reconocer a
Jesús?
Esto
ocurrió varias veces con Jesús resucitado:
-
María Magdalena no reconoció a Jesús
Resucitado ante el sepulcro, hasta que Él la llamó por su nombre (20:16).
-
Camino a Emaús, los ojos de los discípulos “estaban embargados”, y no lo
reconocieron, hasta que “tomó el pan, lo bendijo, lo partió, y se lo dio”
(24:16, 30).
La resurrección de Jesús no fue como la de Lázaro, o la
de la hija de Jairo o la del hijo de la viuda de Naín. Éstos volvieron a vivir
esta vida humana atada al cuerpo y un día murieron.
En cambio, Jesús al resucitar, ya no es de este mundo, escapa
a nuestras leyes y características naturales, como raza y edad. Su cuerpo vive
sólo de Dios, y no del aire y del alimento.
Se deja ver sólo por quienes Él quiere, y con la figura
que a Él le parece más conveniente.
Las palabras
del Resucitado son más importantes que su mera presencia física. Ellas denotan
su personalidad, y permiten reconocerlo inequívocamente como Jesús de Nazaret.
Esas palabras son en primer lugar de consuelo
(el saludo de la paz, que no es una expresión convencional ni un mero deseo
sino que la trasmite realmente), pero sobre todo de envío a proseguir su
historia, continuando su misión en su nombre.
Deja atrás definitivamente la muerte.
Los discípulos tienen que
hacer un esfuerzo de fe auténtica para poder reconocerlo. El reconocimiento es
como una especie de premio a su fe. Juan ante el Sepulcro vacío, ‘vio y creyó’,
y con esa fe pudo reconocerlo en esta pesca milagrosa antes que los demás.
La función central de la aparición es hacerlos partícipes de su gloria y enviarlos a proseguir su misión, como el Padre lo había enviado a Él.
¿Cómo
reacciona Pedro?
Al oír que era el Señor, Simón Pedro se ajustó la camisa con un cinturón para tener más libertad de
movimiento, y se echó al agua. Los
demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que
unos cien metros, remolcando la red llena de peces. Al saltar a tierra, ven
unas brasas con un pescado puesto encima y pan. Pero hacían falta más
peces para alimentar este grupo de hombres hambrientos. Y Jesús les dice:
-
“Traigan
los peces que acaban de pescar".
Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta
la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque
eran tantos, no se rompió la red. Jesús les dice:
-
"Vengan
a desayunar".
Ninguno de los discípulos se atrevía a
preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor. Jesús se acerca,
toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado.
¿Qué lecciones quiere dar Jesús
a sus discípulos con esta pesca milagrosa?
Primera lección y la
más importante: Jesús es nuestro Amigo; más aún, nuestro hermano.
Segunda lección: “Sin mí no pueden hacer nada”.
Tercera lección: Le gusta que aportemos lo nuestro. En el Ofertorio de la Misa el
sacerdote echa unas gotas de agua al vino, que será consagrado en la Sangre del
Señor. Es nuestra participación a la construcción del Cuerpo de Cristo.
Este pasaje evangélico produce
mucha alegría.
<Un perrito muy alegre se enteró de que
había una “Casa de los Mil Espejos”, y decidió él también hacer turismo y verla.
Cuando llegó, subió las escaleras con las orejas levantadas y agitando la cola por
la emoción. Y al entrar, oh sorpresa, se encontró mirando a mil perritos
felices con sus colas que se agitaban tan veloces como la suya. Sonrió
con una gran sonrisa y fue respondido con mil sonrisas tan amistosas y
cálidas como la suya. Al salir se dijo:
-
Este
es un lugar maravilloso. Volveré aquí a menudo.
Pero había también un perrito triste y de
pocos amigos, que decidió visitar también esta Casa de los Mil Espejos, de la
que todos hablaban. Subió la escalera con la cabeza baja y cuando entró, vio
mil perros que le miraban de mal humor. Cuando vio esos perritos tan
poco amigos, dio un ladrido, y se sintió horrorizado cuando vio que le
contestaron mil ladridos furiosos. Y salió rápido diciendo:
-
Este
es un lugar horroroso. Nunca más volveré aquí.>
Lo que
hagamos, bueno o malo, repercute en los demás, y se nos devuelve.
Si estamos alegres y juguetones, nuestra
alegría pascual contagia a los hermanos, y los hacemos un poco más felices.
Vale la pena sonreír. Y los demás nos devolverán las sonrisas, y esta sonrisa
se multiplicará, y la alegría reinará en todas partes.
Y como el perrito de la Casa de los Mil Espejos,
todos repetirán: “Este es un lugar maravilloso. Volveré a la iglesia muchas
veces”. En cambio, nuestra frialdad y aislamiento pueden tener también efectos
multiplicadores negativos. Y nadie querrá volver a la iglesia.
Fuente: Correo electrónico.
Ilustración: Paulo Medina.
Reflexión P. Arturo Peraza: https://www.facebook.com/arperaza/videos/355160136647456.
Misa: Cardenal Porras (https://www.youtube.com/watch?v=5yEg3wk7Un8(
Homilía: Obispo Munilla: https://www.youtube.com/watch?v=cHtOBb1MzKc
No hay comentarios.:
Publicar un comentario