VAN CREVELD Y LA PAZ IRRISORIA
Luis
Barragán
Siendo
tan evidentes sus excesos, tiende a desaparecer paulatinamente el mastodonte.
Una de las mayores paradojas de la Venezuela contemporánea, es la del estatismo
que desestatiza, restándole trascendencia al propio país sometido a las más
variadas e inverosímiles circunstancias.
La falsa noticia sembrada en las
redes digitales, luce como el instrumento favorito del régimen socialista del
siglo XXI que luego se toma el trabajo de desmentir y castigar a quienes
demuestren algún disgusto, contrariedad e, incluso, indignación frente a ella.
Hay un desgaste extraordinario de los servicios de contrainteligencia para la
invención noticiosa, pero también para encubrir las realidades que lleva en el
vientre la huera imaginación política que no sabe lidiar hábilmente con la
verdad.
La pérdida inexorable de la
confianza en el Estado, deja al desnudo
a sus conductores de ocasión que no desdicen o tardan en desdecir las especies
que corren o echan a correr, porque lucen ciertas o muy ciertas al pasar el
tiempo. Esta vez, la embajada iraní en Caracas desmintió el beneficio de un
millón de hectáreas cedidas por Venezuela, como no lo hizo oportunamente el
gobierno usurpador, aunque semanas después el minpopo de Tierras ha ofertado
internacionalmente una elevadísima cantidad de áreas cultivables; o, nunca fue
difícil suponerlo, ha circulado un instructivo militar con toda la gala de
sellos y firmas ordenando expresamente una tarea pre-electoral encaminada al
incierto 2024 que, sepamos, jamás refutado por las autoridades
correspondientes, ni procesado por alguna fiscalía. En fin, el secreto está en
dejar en el aire, tupidos de una ambigüedad morbosa, los hechos así afecten
elementos tan existenciales, vitales o intrínsecos del Estado, como su
credibilidad, territorialidad y su propia defensa.
Nada marcial se nos antoja aquello
de buscar a los futuros sufraguistas de Maduro Moros, como escasamente
convincente lo es que el territorio nacional se encuentre bajo el control de
variados grupos de irregulares, terroristas y mercaderes que, faltando
poco, rivalizan entre sí bajo el
eufemismo de la deserción de sus más estelares comandantes que pronto ingresan
a la fantástica órbita de la falsa
noticia, moldeable y confusa, en permanente rotación. E, intentando una explicación, apelamos a las
ya viejas advertencias de Martin van Creveld, sobre la pérdida del monopolio de
la violencia legítima por el Estado, al igual, como hemos deducido, de otras
facetas que tienen en el socialismo venezolano su peor expresión. Nada halagüeño resulta actualizar al citado
autor, pues, un par de décadas atrás,
ejemplificándolo con América Latina, observaba al Estado que vegetaba en
países de cierta estabilidad y nivel de vida, sin infligir un daño particular a
la población, al lado de otros aquejados por el autoritarismo, la inestabilidad
y la guerra civil; propicios para la lucha étnica y el fanatismo religioso, la
guerrilla, el terrorismo o narco-terrorismo; yendo más lejos, capaces de
levantar ejércitos privados, saquear libremente los recursos públicos y de
transarse, incluso, con la delincuencia organizada y sus terribles actividades (*).
Versamos sobre una dinámica perversa, proyectada hacia el continente que vive traumáticamente sus procesos electorales bajo la adicional presión de los millones de desplazados y refugiados venezolanos que sirven para el discurso xenófobo de la ultraizquierda, como en Europa es útil para la ultraderecha, con olvido del sufrimiento ocasionado por la usurpación convertida en modelo. Profundamente desleales, con actores políticos que juran adversar la situación, usufructuándola o buscando usufructuarla.
Una paz irrisoria que, por cualquier flanco, apuesta a la guerra como si fuese una humorada, aunque ella no será una falsa noticia más, un juego verbal para las redes, una acrobacia de oportunidad, sino una extorsión permanente. En América Latina y el Caribe balcanizados, esa guerra – volviendo a van Creveld – reemplazará al Estado mismo, dándose organizaciones de otro tipo (**).
En última instancia, es lo que debemos evitar: la desaparición del Estado que ampara, recuperando sus elementos existenciales, devolviéndole las dimensiones necesarias que permitan el libre ejercicio de la ciudadanía y, a la vez, lo blinden ante la variedad de las fuerzas de depredación y destrucción que pretenden rifárselo entre las huestes del crimen organizado, el fundamentalismo religioso y el terrorismo. Menudo problema el que nos ha reportado las otrora fuerzas progresistas del hemisferio, la más falsa noticia de los obscuros intereses, hasta ahora, triangulados por Cuba, Venezuela y Nicaragua.
(*) “… This capacity they raised private
armies in addition to the official ones; freely plundered the resources of the
state; and not seldom engaged in an astonishing variety of legal and illegal
transactions that ranged from racketeering and drug-trafficking all the way to
operating prostitution rings. At best many of these countries continue to
vegetate, maintaining some kind of stability and a more or less tolerable
standard of living without inflicting any particular damage either on their own
populations or on others. At worst they suffer from authoritarian government
and/or chronic instability and civil war, ethnic strife, religious fanaticism,
guerrilla terrorism, and narcoterrorism, which in turn reflect their governments’
inability to control the remote and backward countryside, the sprawling
townships, the private armies of druglords and populist leaders, or all of
these”. Vid. Martin van Creveld (1999) "The Rise and Decline of the State", Cambridge University Press, UK: 334.
(**) “Over
the long run, the place of the state will be taken by warmaking organizations
of a different type”. Vid. Martin van Creveld (1991) “The
Transformatíon of War”, The Free Press, NY: 193.
Fotografías: LB, Caracas (2022).
27/09/2022:
https://www.elnacional.com/opinion/van-creveld-y-la-paz-irrisoria/
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