LA CRISIS DEL TECLADO
Luis Barragán
Pertenecemos a
una distinta tradición y escuela que la forjada en el presente siglo, pues, pretendiéndola, la de ahora niega precisamente
la política como una experiencia vital. Pensarla
y hacerla simultáneamente, es inevitable: sobre todo, al tratar de abrir una
nueva era para un país tan injustamente destruido, como el de estos veinte y
más años.
Luego, en el
curso de una realidad tan inaudita que demanda la más radical transformación
histórica, la vida política exige una profunda reflexión que haga completamente
eficaz nuestro obrar fundado en los más caros valores y principios. La tarea de
construcción de una República Liberal Democrática, emprendida desde mediados de
la década de los cuarenta y reemprendida a finales de los cincuenta del siglo
anterior, supo del impulso de un liderazgo probado en la calle, peo también en
la imprenta: vale decir, en el debate abierto para toda coincidencia y
discrepancia.
Quien habla de
hacer la política, dice acción; quien habla de meditarla, escribirla. Cada vez
más, es difícil actuar en el contexto represivo actual, pero – inadvertido –
cada vez se escribe menos, ya ni siquiera por obra de la (auto)censura.
Quizá, porque
iniciamos muy jóvenes nuestras vivencias políticas, seguimos prendados al
ejemplo de dirigentes de las generaciones más adultas, capaces de movilizar y de disertar al mismo
tiempo, desde aceras ideológicas opuestas, como Abdón Vivas Terán y Teodoro
Petkoff. Ambos, representan muy bien
aquella trillada sentencia de Bergson: pensar como hombres de acción, y actuar
como hombres de pensamiento.
Doble ironía,
hoy se escribe menos a pesar de las facilidades tecnológicas y de la demanda de
sentido para hacer fiables y promisorias nuestras actuaciones. Quizá, porque en el fondo existe un terrible
e inducido prejuicio en torno al pensar mismo, como tarea, oficio principal y
complementario.
No luce
suficiente y, más de las veces, nada convincente la escritura por las redes
digitales en las que tienden a predominar los audiovisuales, siendo necesario
aprender de nuevo a leer. Y quizá, porque no se sabe escribir, ni siquiera desde
los rudimentos, e, inhábiles para la crítica fundada, es más fácil apelar a una
desviación del quehacer político, como si éste mientras menos escriturario,
mejor.
Cultivamos el
hábito de escribir semanalmente, desde principios de los noventa, cuando
laborábamos - por segunda vez - en un juzgado superior en lo penal y resumimos
un largo trabajo publicado por el Diario de los Tribunales de Barquisimeto, para
El Globo y no tardando en sumar Economía Hoy también de Caracas. Empero, muy lejos de reclamar algún mérito interestelar
por ello, observamos una preocupante disminución de los textos suscritos por la
dirigencia política del momento.
Se dirá de una
intensa actividad de calle, aunque la larga trayectoria política, parlamentaria
y partidista no impidió (¡ni siquiera la edad actualmente lo hace!), que Carlos
Canache Mata opinara sistemáticamente y
lo siga haciendo por escrito. Resulta
imposible actuar, observando con cierta acuciosidad y perspicacia esa realidad
que nos permite entrar por una de sus tantas puertas; e, igualmente, imposible
no compartir una reflexión, por más modesta que sea.
Fotografía: LB (Caracas).
30/04/2023:
https://www.lapatilla.com/2023/04/30/luis-barragan-la-crisis-del-teclado/
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