VELAR POR UNA O MÁS PUERTAS
Luis Barragán
Nos afecta una depreciación general y
generalizada de los bienes raíces, cuyos diferenciales de precios resultan
zanjados por los impuestos y otros posibles favores en el registro. Nada azaroso el contexto económico que fuerza
a la depreciación, en última instancia, el problema atañe a la propiedad
privada única y sacrosantamente protegida para los más altos funcionarios del
régimen y sus más directos relacionados.
Hoy, en Venezuela, tener y sostener
literalmente una casa, es una de las más difíciles proezas, sobre todo, siendo ajenos a la trama del
Estado. Una de las tres más poderosas
razones, es demasiado elevado el costo
económico el mantenimiento y más aún al
tratarse de un inmueble de vieja data, como suele ocurrir, cuya herencia
raramente expone alguna significativa confrontación: tejado, tuberías, humedad,
sistema eléctrico, entre otros aspectos, requiere de extraordinarios recursos
que eviten el deterioro y el desplome definitivo de un referente de las más
insospechadas reminiscencias.
Más de las veces, el par de viejos se quedan a
solas en un caserón que no logran vender satisfactoriamente para probar con un
apartamento cómodo y seguro, mientras que a la distanciada prole, fuera o y aún
dentro del país, no les alcanza para el
subsidio. Veinte y tantos años para
pagar el inmueble, gracias a las olvidadas
facilidades hipotecarias de muy antes,
como promesa cumplida de un mejor nivel de vida, se van por el desagüe
de todos los deterioros que incluye el retroceso social.
Migrar de una casa a un apartamento, es el
mejor consejo en términos de seguridad personal, otro sólido motivo. No es lo mismo velar por una puerta, o, a lo
sumo, dos, que por varias. La casa implica una mayor y costosa vigilancia de
los alrededores, añadida la confianza en una empresa de la que nunca puede
jurar la fidelidad y honestidad de su personal, pues, muy atrás queda aquella
conocida y reducida familia interiorana que ayudaba con los quehaceres del
hogar, pero también con el cuidado de todos sus ocupantes, a cambio de techo y
salario.
A modo de ilustración, acceder a pie o en automóvil,
a cualquier hora del día o de la noche,
a la amuralladísima casa de
Colinas de Vista Alegre, o Prados del Este, en los extremos de la ciudad
capital, es toda una aventura. Dejar que
jueguen los niños en los que fueron jardines muy vistosos, un riesgo acentuado.
Habitar un apartamento, claro que comporta varios
y asimismo serios peligros, aunque aminorados de establecer la comparación con
una casa de cámaras escrutadoras que las creemos de una fundamental disuasión frente
a la delincuencia, mirando al mismo tiempo a todos los puntos cardinales: indecisos,
a la segunda o cuarta vez, abrimos la puerta de entrada. Por no hablar de un
posible seguimiento, cuando está en alza la industria del secuestro, juzgando
por la casa, como antes por la ropa y alguna vez el automóvil, a la potencial
víctima.
Recordamos, una persona amiga que se ocupa de
la casa paterna ya de completo luto, encontró tres golpeados cuñetes de pintura
en el garaje repleto de peroles. Sólo
uno de ellos servía y, queriendo refrescar un poco más la fachada, tuvo la
suerte de contar con el consejo de un vecino, muy economista postgraduado él,
pero necesitado como todo profesional universitario en Venezuela, quien hizo de
plomero y electricista por esos días: era mejor, y lo fue, no pintar la fachada
que hubiese convertido a la heredera en una injustísima candidata para el
secuestro; es más, terrible secuestro, cuando los captores constataran que no tuviera
ni una moneda partida por la mitad.
Y, una tercera razón de las tantas que podemos
invocar, es el cambio repentino e
inconsulto de zonificación, trastocado el vecindario de muchos años de
tranquilidad en un insoportable tormento comercial. La novísima, artificial y
circunstancial clase media generada por el actual régimen, no se ha desplazado
sola a las urbanizaciones de las otrora clases medias altas en franco e
irresistible descenso, ahora, en trance de urbanizaciones comerciales a la
usanza de Las Mercedes que destruyó su propia historia.
En conclusión, al parecer, un apartamento
modesto, en un edificio modesto, en un lugar modesto, da menos dolores de
cabeza que una casa así no tenga bonita fachada. Sin embargo, el otro fenómeno, algunos conjuntos residenciales padecen los
abusos de quienes, medianos funcionarios o contratistas del Estado, por lo
menos, congestionan el estacionamiento con sus vehículos desprovistos de placas
y la profusión de guardaespaldas; y, en
otros conjuntos, más baratos, son los
guardaespaldas y otros empleados, los que imitan la conducta de sus superiores
exhibiendo las más estrafalarias credenciales, cuando se les reclama. Y tienen
algo en común los sitios que logran tiranizar: el escándalo, la vanidad y estridencia, por emblema.
Fotografía: LB (Caracas, 05/12/2022).
30/04/2023:
https://guayoyoenletras.net/2023/04/30/velar-por-una-o-mas-puertas/
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