LA TENTACIÓN NEOPEREZJIMENISTA
Luis Barragán
La de Marcos
Pérez Jiménez, es una historia de la buena fortuna personal en más de un
sentido. Desde la lejana Michelena llegó a cursar exitosamente sus estudios
militares y de la planicie de Cajigal partió a Chorrillos para despuntar luego
como el laborioso y buen oficial que fue. Cargó por el resto de la vida con la
fortísima sospecha de haberse – precisamente – cargado a Carlos
Delgado-Chalbaud, haciéndose del solio presidencial después de aplicar ciertas
claves de supervivencia atribuidas a algún mariscal soviético ante las heladas,
Hitler y el propio Stalin. Perfeccionó el fraude electoral, inventando una
provisionalidad dizque en nombre de las sacratísimas Fuerzas Armadas, queriendo
de nuevo hacerse provisional al concluir 1957. Heredó los planes y planos de
desarrollo urbano fraguados en los años anteriores, encontrándole destino y
provecho a la boyante renta petrolera. Acabó con la memoria histórica de media
Caracas desalcantarillada, avalado por importantes arquitectos a los que no les
dio tiempo de reemplazar a los bloques de El Silencio. Precisó la actividad
empresarial del Estado en áreas que consideró vitales. Empinó el desempeño
comercial y financiero del sector privado, protegiendo a la exitosa industria
del calzado en una economía de inevitables malestares. Persiguió y reprimió
hasta el menos pintado de los disidentes, conforme con la tortura y la muerte
de sus adversarios. Hubo una genuina épica del derrumbe de la dictadura que
suscitó un inédito sentimiento de unidad nacional; desbrujulados, hoy,
absolutamente incomprendido.
Caído y,
luego, extraditado, fue procesado y condenado judicialmente por malversación,
aunque lucieron suficientes los reales para adquirir e instalarse en una casa
antiatómica del Madrid con urbanización de irónico nombre. Trabajó esos reales
pacientemente por el resto de sus días, llevando un recatado estilo de vida. Salió de Venezuela con la boca de una
ametralladora literalmente pegada a su espalda, cumplida la condena, victimizado y reivindicado crecientemente en
los sectores populares. Nos antojamos, políticamente más importante fue la
larga etapa del postperejimenismo que la del gobierno mismo, en decidida pugna
con los líderes y partidos decisivos y estelares de los años sesenta y parte de
los setenta. Impedido el ejercicio de una curul sorpresivamente ganada, a su
cuenta le debitamos cuatro senadores y 25 diputados en 1968, reducidos a un
senador y cinco diputados al concluir el período constitucional, siendo tan exacto
el aporte del consultado, Marcos
Fuenmayor, amigo de muchos años. Torpedeado moral y constitucionalmente para
una candidatura presidencial in situ, poco a poco se convirtió en un referente
irremplazable de la oposición antisistema, demostrado a la postre que no era
capaz de rifar la tranquilidad de su hogar, como Juan Domingo Perón o Gustavo
Rojas Pinilla lo hicieron, y tampoco bascular con un heredero a lo Héctor Cámpora
o María Eugenia Rojas, en Argentina y Colombia. Presumiéndolo dueño de una significativa y
distraída porción del mercado electoral en la era prologada de un sólido
bipartidismo, con las debidas excepciones, no hubo aspirante presidencial venezolano
que no pisara la casa de habitación de don Marcos para gestionar su apoyo
abierto y directo, o, al menos, permitir la publicidad de un importante y ojalá
impactante testimonio fotográfico que lo compensara con una ocasión para defender su obra de gobierno y
fustigar ya desanimadamente a sus oponentes. Acumuladas varias y remotas crisis
en el país, sobrevenidas otras, Pérez Jiménez devino elemento político tangencial y anacrónico hasta que Chávez
Frías lo revivió momentáneamente, atrayendo a las más nostálgicas minorías. Detalle
éste que abultó la contradicción con una fecha aniversaria, como la del 23 de
enero, únicamente celebrada para neutralizar a la oposición, fracasado
cualquier jolgorio popular por el 4 de febrero. Que sepamos, afantasmado cada
vez más otro de los protagonistas de un pasado considerado ya remoto, solamente
queda en pie una particular estatua alusiva a la entrada de su natal Michelena,
en el estado Táchira, y, ya no cabe duda, que se trata del general
elegantemente uniformado el que aparece en los hermosos vitrales de la Iglesia
de Coromoto de El Paraíso, en Caracas.
Conviene
distinguir entre perezjimenato, como régimen históricamente realizado, y
perezjimenismo, como movimiento político
y social que sobrevive o desea sobrevivir al presunto fundador. No le
adivinamos un particular modo político de proceder, o de invocación
doctrinaria, siendo varios los gobiernos de inspiración y estirpe positivista
en nuestro país. Sin embargo, en medio de nuestras precariedades, en lugar de
un mayor esfuerzo historiográfico, por ejemplo, encontramos la tentación de
encausarlo – hoy – políticamente. Acaso,
por el registro de un extemporáneo militarismo que refuerza la experiencia socialista
en el imaginario social, agregada la caricaturización esequibana. O el vacío ideológico de los factores que
enfrentan a un chavismo reencauchado, cuya propia vaciedad es compensada por la
violencia y la banalización brutales en el ejercicio del poder. Década y media
atrás, aparecieron algunos insólitos
brotes perezjimenistas en el estudiantado de la UCV solamente enfrentados por
los oficialistas del tristemente célebre M-28. Hacia 2014, los alrededores de
la Asamblea Nacional soportaron una cantidad importante de afiches
estupendamente diseñados, editados y pegados con motivo del centenario del
natalicio de Pérez Jiménez. Nada de extraño tiene que ahora sobresalgan de la
lista de los partidos históricos, nombres como el de Cruzada Cívica Nacionalista
(CCN), Frente Unido Nacionalista (FUN), Movimiento Popular Justicialista (MPJ),
u otro asociado muy antes al otrora dictador, en apoyo a la candidatura
presidencial oficialista, semi-oficialista, opositora o semi-opositora, según
el catálogo de los prototipos actuales. Es tarea de oportunistas el de parapetear una
organización, inventar o confiscar un nombre y sus símbolos y tradiciones
alcanzadas, ofreciéndolo al mercado electoral – como si realmente existiera – a
cambio de prebendas, promesas o cupos en una cámara edilicia o parlamentaria de un futuro más o menos próximo. Incluso,
sin Pérez Jiménez, o un convincente albacea que procure el reconocimiento y la
continuidad de su obra u obrar político, será posible hablar de perezjimenismo
en el Comala que habitamos.
Fotografías: LB (2014 y 2024).
23/01/2024:
https://www.elnacional.com/opinion/la-tentacion-neoperezjimenista/
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