IFIGENIA Y EL MERCADO EDITORIAL
Luis Barragán
Cien años
atrás, apareció la primera edición de “Ifigenia. Diario de una señorita que
escribió porque se fastidiaba” de Teresa de la Parra, bajo la responsabilidad
de la Casa Editorial Franco-Ibero-Americano de acuerdo a las redes. Será un poco más de medio siglo después, en
la urdimbre de las nuevas ideas y movimientos sociales, que la novela de largo
y diciente subtítulo, sea calificada de
feminista.
Puede
aseverarse, el egresado del viejo bachillerato mediana o relativamente fue
culto, porque alguna vez leyó o se enteró de la existencia de Teresa, solía despejar ecuaciones, conocía de las
funciones del hígado, calculaba la trayectoria de un proyectil, chapuceaba el
inglés, y hasta sabía el nombre de diez o quince capitales venezolanas. Huelga
comentar la prolongadísima situación actual y quien dice “Ifigenia”, dice
“Memorias de Mamá Blanca”, lectura obligatoria de nuestra secundaria, editada
posteriormente, aunque fue la que nos llevó a las vicisitudes de María Eugenia
Alonso.
Excepto el
homenaje que le rinde a la obra centenaria el Papel Literario de El Nacional (https://apuntaje.blogspot.com/2024/03/teresa-sobriedad-y-humor.html),
por cierto, así lo juzgamos, en su mejor etapa bajo la dirección de Nelson
Rivera; Abediciones de la Católica, Prodavinci con Victoria Velutini (https://prodavinci.com/ifigenia-cien-anos-ayer-y-hoy/),
o José Díaz Bermúdez (https://www.eluniversal.com/el-universal/176751/la-huella-de-ifigenia),
no sabemos de otro reconocimiento aniversario, y, por supuesto, al Estado no se
le ocurre semejante cosa así haya editado exitosamente Monte Ávila a la
venezolana que nació en París y murió en Madrid, antes de llegar a la
cincuentena de edad. Nadie sabe de
aquellas imprentas que supusieron 20 millones de libros en la calle, por año,
y, si hubiere sido el caso, no sería Ana Teresa Para Sanojo, el verdadero
nombre de la autora, la agraciada con una reedición por el actual régimen
socialista.
En el curso
del ciclo calificado de cultural de la telenovela en nuestro país, entre los
años setenta y ochenta del veinte, la estatizada Venezolana de Televisión
alcanzó a competir con las emisoras privadas, colocando en el aire, en blanco y
negro, obras como la premiada ”Ifigenia”, después repetida a color. Amanda
Gutiérrez y Leopoldo Regnault, gozaron de un reconocimiento público tan amplio
como el resto de los más consagrados actores, y, aunque imaginamos que hubo
severos límites para producir la serie, por la prensa escrita de la época
inferimos que fuemuy exitosa en un canal que, hoy, es un referente de la
anti-televisión.
Semanas atrás,
en la faena propia de una investigación histórica, casualmente conseguimos un
texto suscrito por E. Gómez de Baquero, desde Madrid, en torno a “Ifigenia”,
cuya autora ganó el primer premio del concurso de novelistas americanos de 1924
(La Esfera, Caracas, martes 13/09/1927: https://apuntaje.blogspot.com/2024/03/del-mercado-editorial.html).
Lo interesante es que la estimó “literalmente muy superior” a otra pieza
contemporánea, como “Gentlemen prefer blondes” de la estadounidense Anita Loos,
pero ésta resultó un extraordinario éxito de tiraje y ventas, en inglés y en español, y, aquélla, aún
prologada por Francis de Momandre (o Miomandre), premio Goncourt de 1908, según
apreciamos wikipédicamente, no se le veía en las vidrieras de las librerías
madrileñas.
Halagada por la
naturalidad y frescura de la escritura, Gómez nos previene ante los críticos de
la mirada color de rosa de la vida, considerada como una “vana frivolidad” por
el “moralista agriado” (o ágrido), y niega a Teresa como una “garçonne”, “demi-vierge”,
o “anges-gardiens”, presumimos, los estereotipos europeos de aquellos tiempos.
Además, suficientemente significativo, el reconocido crítico igualmente
doctorado en derecho por la Universidad Central de Madrid y de una amplia
bibliografía, tuvo en su haber una obra de título revelador: “Ensayo acerca de
la condición jurídica de la mujer” (1892); sin dudas, una consulta digital instantánea,
cuando hay señal, que antes posiblemente hubiese llevado horas para dar con el
diccionario o la enciclopedia especializada, abrir y balancear los datos.
La observación
del crítico y ensayista ibérico, nos conduce a una realidad: la del mercado
editorial, amplio y generoso del norte americano, asociado a industrias como la
radio y el cine, favorable a la Loos,
igualmente actriz, en contraste con el europeo, mucho más ineficaz y
restringido en el marco de los varios idiomas.
El prólogo de un premio Goncourt para la Parra, dice mucho, o quizá hubiese dicho más una primera edición en
francés, en lugar de privilegiar inicialmente el mercado hispano.
ADDENDUM
La Esfera, fue
un diario caraqueño fundado en 1927, dirigido por Ramón David León, que retrató
con exactitud la férrea dictadura venezolana de entonces, autocensurándose y
halagando hasta la saciedad al mandatario nacional. Empero, suele ocurrir, no
logró prever ni controlar todas las variables, por lo que las incidencias del
régimen había que adivinarlas, pues, como ocurrió con otros periódicos, reseñó
una que otra insospechada actividad de la Semana del Estudiante que desembocó
en la celebérrima sublevación civil y,
un poco más tarde, militar de 1928; frío y mudo espectador, el impreso se hizo
más cauteloso todavía.
En esa etapa,
el diario dependía muchísimo de la información extranjera que lo relevaba de
dar detalles del acontecer nacional, salvo la promoción de las obras
gubernamentales, y una crónica de la rutina caraqueña que refería regularmente
a los fatales accidentes laborales y del tráfico automotor, indicando la
guardia del Hospital Vargas día a día que incluyó, entre otros, al joven médico
Miguel Pérez Carreño. Valga acotar que
el periódico, evidentemente de inspiración positivista, se hizo eco de la
polémica europea o estadounidense sobre las faldas cortas o largas, daba
elementos para la segregación racial, y, poco menos, la homosexual; acotemos,
desde el principio, la publicación rondó los temas históricos venezolanos, con
las obvias precauciones del caso.
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