CAP Y LA PESTE DEL OLVIDO
Luis Barragán
Por fin, en
días recientes, pudimos ver la película de Carlos Oteyza: “CAP inédito:
conversaciones desde la soledad”. Y, por supuesto, cala profundamente en el alma,
porque nunca sospechamos que viviríamos intensamente esa época, incluyendo el
cierre del tan denostado Congreso de la República.
Jamás votamos
por Carlos Andrés Pérez, aunque lo entendemos víctima de un extraordinario
linchamiento de quienes también fueron sus amigos y estrechos colaboradores.
Adolescentes, numerosas veces lo protestamos en las calles y procuramos el triunfo
de su contendor socialcristiano al intentar y efectivamente reelegirse.
Poco a poco va
ocupando el adecuado lugar en la historia, pero sentimos que él, como
perfectamente pudo ser otra la figura, se convirtió en el chivo expiatorio de
todas las fallas de la entonces democracia representativa, asegurando la
absoluta impunidad de quienes, por siempre, atentaron contra ella y,
finalmente, quedando comprobado en los hechos, quisieron y consiguieron
efectivamente destruirla. Ellos, resultaron infinitamente peores que el
denunciado “ministro-policía”, aún en términos de probidad y autenticidad
personal.
Por supuesto,
hay un innecesario efecto melodramático en varias de las escenas del filme,
pero también una incontestable denuncia en torno al país que se dejó mentir,
que permitió que lo embaucaran, que aceptó el ultraje de un estafador de la
calaña de Hugo Chávez que, junto a su sucesor, no le llegan por los tobillos a
Pérez. Y miren que éste, nunca fue santo de nuestra devoción, pero el día que
el día de su sepelio, asistimos a la casa distrital de Acción Democrática
convencidos de hacer lo correcto para rendirle un modesto tributo.
Hubo
corrupción y corruptelas, graves violaciones de derechos humanos e
irresponsables delirios de grandeza, en sus dos gobiernos, pero afrontó las
situaciones, renunció nada más y nada menos que a la presidencia de la
República, y se quedó en Venezuela soportando el juicio y cumpliendo con la
condena. Todo esto no tiene comparación,
absolutamente ninguna, con la descomunal corrupción y despilfarro de los más
altos ingresos petroleros en toda la historia del país, la sola y sostenida
matanza de nuestros muchachos en 2014 y 2015, yel dominio cobarde de una
minoría inescrupulosa y armada hasta los dientes.
Seguramente,
esos vecinos que le chiflaron en el Prados del Este de los viejos y honestos
ascensos sociales, entusiastas seguidores de Chávez y de su sucesor, acaso,
enchufados por numerosas oportunidades, en buena medida están hoy pelando
bolas dentro y fuera del país, imposibilitados de mandar a sus hijos a
la universidad. Algunos de esos que se
creyeron los ombligos del mundo, vanidosos y autosuficientes, montados en el
ascensor de los tiempos petroleros, seguirán rindiéndole culto a la
antipolítica, sin el coraje suficiente de reconocer a la postre, tan trágica
equivocación.
A veces,
imaginamos que si otro hubiese sido el juego de los apuntes fílmicos, quizá con
un determinado criterio histórico, naturalmente que otro hubiese sido el
resultado, pero – perfecto derecho tiene – Oteiza optó por el sentimiento
de la cámara y nos ofreció a Pérez en clave de telenovela, evitando el
reportaje. En todo caso, valoramos y aplaudimos su aporte, porque la peste del
olvido en la presente centuria ha sido implacable.
09/04/2023:
https://guayoyoenletras.net/2023/04/09/cap-y-la-peste-del-olvido/
No hay comentarios.:
Publicar un comentario